REVOLUCIÓN AGRARIA IMAGINARIA (Omar Ordoñez)

El surgimiento de la agricultura cambió a la humanidad, la hizo sedentaria, pero también desigual. Los propietarios de las tierras agrícolas durante cientos de años en Europa, y en América a su arribo, controlaron todo, sometiendo a quienes no eran propietarios de éstas. El latifundista, el terrateniente, era dueño de todo; el siervo, el campesino, era dueño de nada. El propietario tenía derechos, el campesino sueños. El propietario era noble, el no propietario era innoble, durante cientos de cientos de años, en Europa, como en América. El campesino era un animal con rostro humano. El propietario era humano; el campesino, el indio, era un objeto parlante dijo Ginés de Sepúlveda, el capellán de Carlos I y preceptor del emperador Felipe II.


En el Perú de nada le sirvió la independencia al hombre del campo, al agricultor. A inicios del siglo XIX en el país surgieron unas patrias citadinas y unas patrias andinas en términos de Carmen Mc Evoy y Gustavo Montoya. El hombre del campo tuvo que aprender a luchar más que por ser ciudadano, por dejar de ser siervo convirtiéndose en tema central y protagonista de Tempestad en los Andes y de los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana a inicios del siglo XX. La irá de los hombres del campo empezó a efervescer como minas de guerra en Latinoamérica y atemorizó al mismo Jhon F. Kennedy porque había el riesgo de que la amargura de cientos de centurias de los labradores se fundiera con el comunismo por lo que había que terminar de una vez con el vetusto régimen feudal que entorpecía, ahora sí, la consolidación del capital. Había que crear la Alianza para el Progreso, un mecanismo de exterminio de la servidumbre en Latinoamérica para que las burguesías fluyeran plácidamente sin riego de poder perder el dominio del mundo. Y así se hicieron reformas agrarias en las ex colonias de España. Reformas Agrarias que más allá de la venia de los nuevos amos del mundo llenaron de sensaciones de libertad y de alivio a masas del campo. Nunca más capataces coactarían su caminar, nunca más hacendados comerían de su trabajar. En letras de bronce se escribieron nombres como los de Emiliano Zapata, Juan Velasco Alvarado o Salvador Allende. Era glorioso haber despojado de la propiedad de la tierra a abusones de apellidos rimbombantes. Había que celebrar el desvanecimiento del yugo y se celebró. La Reforma Agraria se convirtió en un símbolo de liberación, pero sólo eso, en un símbolo. La liberación aún no ha llegado completamente, el campesino se liberó del gamonal, no de la desigualdad.


El latifundista se extinguió, el desdén, no. Del desdén se ha hecho cargo el Estado. Hoy el agobio al minifundista se lo hace el cambio climático (las heladas, el friaje, las plagas, la deglaciación son hoy los verdugos del ayer), hoy no son las luchas sociales la esperanza de una vida mejor, hoy la migración de los hijos de los agricultores a las ciudades llenas de polución, es la salvación (poblaciones como Muqui en Jauja u Ondores en Junín, se van haciendo fantasmas paulatinamente, no hay aliciente para que el joven quede ahí, sólo el viejo quecha hablante sobrevive), hoy no se lucha contra el opresor, hoy se coexiste con él, hoy la auténtica reivindicación del campo ha sido desgajada y reemplazada por populismos de politiqueros y de algo de conchabanza de sus ayayeros, sean de aquí o sean de acullá.
Hoy, sin embargo, en lugar de hablar claro y de las cosas como son, en esta parte del país el primer mandatario regional ha elucubrado en su imaginación hacer una Revolución Agraria, una especie de “evolución” de la Reforma Agraria (se ha hecho fácil en la sociedad posmoderna vaciar de contenido todo). ¿Qué es la Revolución Agraria para él? Para él la Revolución Agraria es la compra de maquinaria en lugar de inventarla (acaso porque el ripiado y mantenimiento de trochas y vías rurales al estilo del “cumpa” Navarro genera acólitos, no desarrollo).

Es la dotación de infraestructura de canales de riego como el Simirg o el Plan Merys por los cuales, en tanto no se descontamine el río Mantaro, seguirán fluyendo aguas con metales pesados que se harán componentes de las plantaciones que ingeriremos, canales que seguirán reproduciendo el minifundio, como en Majes, haciendo imposible exportar productos a Europa o Asia porque allá los ciudadanos si saben qué es el derecho del consumidor. Es no hacer irrigación por goteo o aspersión masiva porque los inversores amigos no se dedican a eso. Es no hablar de zonificación económico ecológica porque es chocar con inmobiliarias que destruyen ecosistemas agrícolas, como lo hicieron hace décadas en Ate, el Agustino o San Martín, allá en la capital. Revolución Agraria es no convertir en política pública regional, a través de una Ordenanza Regional, el Plan de Gestión de Recursos Hídricos en la Cuenca del Mantaro porque éste ya tiene proyectos de inversión que probablemente colisionan con los intereses del inquilino del sillón regional.

Revolución Agraria es ser patero de la dictadora nacional para que suelte el presupuesto de AGROIDEAS, PROCOMPITE y FOVIDA. Revolución Agraria es comprar combustible al capital, para donar. Revolución Agraria es ofrecer industrialización cuando ya el artículo 59 de la Constitución desde 1993 le ha dicho al privado que lo haga y éste no lo hace ¿Cómo digerir que un Gobierno Regional descapitalizado puede industrializar un sector? Revolución Agraria es no tener especialistas en gobernanza que viabilicen proyectos como la represa de Yanacocha. Revolución Agraria es seguir teniendo a los nativos de supeditados en lugar de hacerlos autores y actores de su propio desarrollo. Revolución Agraria es no entender que muchas veces la propiedad comunal en las zonas urbano marginales de valle del Mantaro es hoy una quimera y que proseguir con proyectos de titulación es pérdida de costos de oportunidad. Revolución Agraria es ofrecer exportación con minifundios que por esencia producen sólo de manera familiar. Revolución Agraria es no comprender que los cítricos peruanos nunca competirán con los cítricos de Brasil porque allá se cuenta con inmensidad de mano de obra casi esclava que reducen sus costos de producción, es no comprender que nuestras paltas, en estas condiciones, nunca competirán con las que producen los latifundios beneficiarios de Chavimochic. Revolución Agraria es no hablar del ocupamiento de fajas marginales porque eso no es popular. Revolución agraria es no contemplar la irrigación de las zonas medias de las faldas de los cerros, de las microcuencas, de las 469 000 hectáreas de territorio, de las tierras de secano de Huayucachi, Huancán, Huacrapuquio o Cullhuas. Revolución Agraria es no contemplar proyectos de irrigación en el Canipaco o en Huaripampa. Su Revolución Agraria, es imaginación.